El viaje en velero fue una experiencia única, cargada de emociones y sensaciones, la primera en mi vida sobre un navío de ese tipo. El sábado había ido muy tranquilo con algunos vientos pero nada que agitara tanto las velas como para sentir que realmente esa fuerza incontrolable de la naturaleza te empujara. El domingo todo fue muy distinto.
Cuando nos despertamos, después de alistar todo dentro del barco, nos dispusimos a emprender viaje con una buena cantidad de ráfagas de viento que prometían meterle un poco de magia al regreso a la marina de Maryland. Desplegamos velas cerca de las 11 de la mañana dejando atrás Chesapeake Bay, y nos dispusimos a salir a navegar por las aguas del lago. El capitán dio las instrucciones para que todo el equipo pusiera a punto las líneas (sogas) y poder tomar una buena velocidad. El clima era ventoso, cielo nublado, algunas olas que hacía que el barco se meciera. Perfecto para navegar. El barco empezó a inclinarse a medida que tomaba velocidad.
Le jugábamos carreras a un buque, obvio que la perdimos, cuando de repente el viento empezó a cambiar.
La vela delantera empezó a golpear el mástil. En un intento de cerrar la vela Gus (the captain) empieza a tirar de la línea que hace que la vela se enrolle en la parte delantera, cuando la línea se cortó. La vela siguió golpeando el mástil hasta que se enganchó en lo que era un antena de TV que no sacamos el día anterior solamente por pura vagancia. A todo esto yo no me había percatado de lo que estaba pasando, yo estaba en otra sintonía, disfrutando del viaje, hasta que mi primo apareció en la proa (parte delantera del bote) señalándome la vela. Teníamos que cerrarla a como dé lugar.
Mi tia y mi primo se pusieron manos a la obra para cerrar velas. Yo me dispuse a reparar la línea que se había cortado, me senté en la proa agarrándome con los pies y enganchando los brazos. El viento era feroz, las olas estaban golpeando muy fuerte, me moje de pie a cabeza, pero el tiempo era crucial. El equipo tenía que cerrar velas para no perderlas. Logre atar la soga, y me concentré en ayudar a cerrar la vela. Para ese entonces la vela delantera ya había roto la antena de TV y se enganchó en lo que era el soporte, lo que hizo que se rajara. El viento no nos dejaba escucharnos entre nosotros, en esos momentos el barco estaba incontrolable.
El capitán encendió motores, después de un par de intentos fallidos que hicieron que la gravedad de lo que estaba pasando pasará a grados mayores, pero arrancó. Con ayuda del motor se logró controlar un poco más el bote y nos permitió cerrar la vela principal, pero la vela delantera seguía azotada por el viento, se enganchaba en lo que quedaba de antena y se rompía cada vez más.
No podíamos guardarla de la forma habitual, porque la reparación que había hecho no sirvió de mucho, la línea ya estaba muy vieja y no servía más. A mano mi primo empezó a enrollar la vela. Necesitábamos que se desenganchara para poder seguir. Me acerque a el capitán para darle una explicación de lo que necesitábamos que el barco hiciera para desengancharla.